Buen humor
El buen humor es el único patrimonio que nadie podrá quitarnos. Llevo días pensándolo. Creo que me sorprende verme a mí misma estos días con mejor humor que nunca cuando los cimientos de algunos aspectos fundamentales de mi vida son los más inciertos que he vivido jamás. Me he sorprendido argumentando así con mis amigos sin haberlo pensado previamente: “creo que me he dado cuenta de que es lo único que no nos pueden robar”. Puede que sea eso. Puede que sea una especie de rebeldía inconsciente tras haber probado de todo para no contagiarme por el pesimismo que me rodea. Porque es cierto, hay analgésicos leves contra este mal social de la crisis, y analgésicos fuertes. Si dejo de oír las noticias, si no veo los telediarios, si me abstengo de opinar acerca de los políticos y los banqueros, estoy algo mejor pero no del todo bien. Sin embargo, si me agarro a mi yo más íntimo y decido que nadie va a robarme el ánimo y el buen humor, me encuentro mucho mejor.
Yo misma no lo entiendo, pero funciona. Sé que algo tiene que ver con la práctica habitual en mi familia ante problemas muy gordos e irresolubles: una carcajada. Sí, eso es. Te ríes y te sientes mejor. No se soluciona el problema pero al menos tienes otra disposición para enfrentarte a él o para sobrellevarlo.
Curiosamente se me ha aguzado el ingenio. Hay un 25% de la población española en paro, todo el mundo habla de esto. Todos sabemos además que buena parte de ellos corresponden a ese 50% de la juventud desempleada. Nadie habla, sin embargo, de los que sentimos el desempleo como una guadaña sobre nuestro cuello.
Se me ha aguzado el ingenio a la vista del hambre de otros. Tengo muchas papeletas para verme en el paro y no dejo de pensar cómo podría solucionar mi futuro. Confieso que empecé planteándome cómo podría ganar las habichuelas si perdiera mi empleo, pero al poco cambié la pregunta y me empecé a decir, ¿cómo podría sacar lo mejor de mí misma? ¿Qué puedo dar que otros no den?
Así ando cavilando, soñando y midiendo. Doy un paso en la nube, otro en la tierra. No sé si arrancaré con alguno de los tres planes B que he concebido. Tampoco sé si se dará que empiece alguno de ellos y cuaje. Pero sé que mientras llega y no llega ese posible futuro negro, estoy bien y voy aprendiendo qué tengo que me hace distinta de los demás y, por lo tanto, valiosa. Es un proceso interior interesante. Todos somos, de algún modo, únicos, y por tanto valiosos.
Jamás había pensado en nada de esto. Jamás hubiera sospechado que tengo tanto aún por explotar. He descubierto varios campos en los que me podría desarrollar y pienso que sería feliz haciéndolo. Hay un par de proyectos que no cuestan mucho dinero y que quizás no perdiera tanto por intentarlo. Empiezo a pensar que hay uno que quiero hacer aunque sea jubilada. ¿Cómo he tardado tanto en verlo? ¿Por qué no me planteé antes estas cuestiones? ¿Por qué fui tan cómoda? Sé que hay algo especial que puedo aportar y que los demás no. Sé que todos los que me rodean pueden llegar a una conclusión semejante a la mía si pasan por un proceso similar. No es así porque yo sea yo, sino porque todos los yos son yos. Antes no lo sabía, ahora lo sé, y solo pensarlo me pone de buen humor.
Auxi Barrios, 07/10/2012